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viernes, 29 de enero de 2016

¿Cómo educar sin gritos ni amenazas?





Siempre hemos oído que educar es complicado. Y, además, es muy cansado, pero al hacerlo encontramos una gran recompensa.

¿Cuál es la mejor manera de elogiar y regañar?


Queremos educar a nuestros hijos de la mejor manera posible, la pena es que no siempre educamos como nos gustaría. A veces es por cansancio, otras por falta de tiempo, por las situaciones en las que nos encontramos o el propio carácter de nuestro hijo. Pero lo que debemos tener claro es que gritar no es un recurso educativo adecuado, ni para el niño ni para los padres.

Los gritos pueden parecer inofensivos y que solo sean producto de un momento de rabia que se esfuman en el aire, pero pueden afectar a nuestros hijos a nivel psicológico e influir su comportamiento.

Cuando gritamos no decimos cosas dulces. Los gritos suelen ir acompañados de amenazas, chantajes y descalificaciones. Son nada menos que la manifestación de la violencia, no física, pero sí psicológica. Las palabras y los gritos pueden llegar a ser tan o más dañinos que el maltrato físico.

Por qué gritamos

De manera natural, el “alzamiento de voz” aparece muchas veces como recurso para educar a nuestros hijos. Hasta la persona que se considera paciente y tranquila ha perdido en algún momento los nervios y se ha descubierto gritando a sus hijos. De hecho un estudio de la universidad de Pittsburgh y Michigan afirma que El 45% de las madres y el 42% de los padres admitieron haber gritado y en algún caso insultado a sus hijos.

Recurrimos a los gritos porque encontramos estas supuestas ventajas:

Es sencillo de utilizar.

Es rápido.

No requiere de un desgaste intelectual para su uso.

Consigue su objetivo a corto plazo, que es conseguir la atención del hijo.

Infunde un carácter de autoridad al que lo utiliza.

Le confiere mayor importancia a la situación que ha causado el grito…

La cuestión es que nos planteamos los supuestos “beneficios” de gritarles y no nos damos cuenta de los perjuicios que pueden ocasionar realmente.



Consecuencias de gritar a los niños

El constante empleo del grito puede conllevar al deterioro de la autoestima del niño. No se sentirá valorado o querido por sus padres o, por el contrario, puede convertirse en un rebelde, desafiando la autoridad constantemente.

Al ser los padres ejemplo para los hijos, una conducta agresiva será adoptada por el pequeño y se acostumbrará a gritar y tener dichos comportamientos violentos. Luego las empleará con los amigos, conocidos o incluso contra los padres.

Los gritos solo causarán estrés en el niño que no será beneficioso para su desarrollo.

Qué hacer para no utilizar gritos ni amenazas

Como adultos, tenemos que aprender a controlar la ira y poner el freno cuando perdemos el control y gritamos.

Mantén la calma cuando se trata de dar una orden, pues tu niño escucha bien, por eso no debes alzar la voz ni mucho menos gritar. Habla tranquilamente con tu hijo.

Intenta generar respeto. Es probable que el niño obedezca cuando le levantas la voz o gritas. Sin embargo, esto desparece cuando llega la adolescencia porque desaparece el miedo y, entonces, se pierde el respeto. Por ello, es necesario que tu pequeño sepa que eres una autoridad y debe obedecer cuando le ordenes algo tranquilamente.

Habla de manera positiva. En vez de decirle: "no te voy a dejar hacer esto", debes hablar positivo: "eres un buen niño y sé que no te gustaría estar haciendo lo que haces". Cambia el contexto de tus palabras.

Da una explicación válida. Muchos padres cometen el error de decirles a sus hijos: aquí mando yo. Esto no es un argumento, por lo cual es importante dar una buena razón clara y precisa para que tu hijo comprenda y repare lo que está haciendo.



Ponte en el lugar de tu hijo. No te olvides que los niños son niños adultos. Hay que intentar ver las cosas desde el punto de vista del pequeño.


por: serpadres

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