Margarita Revenga es Doctora en Psicología, profesora en la facultad de Pedagogía de la Universidad Complutense de Madrid y en el Centro de estudios Universitarios CEU San Pablo. Entre su abundante obra publicada de monografías y artículos tiene una obra capital, titulada “Razonamiento moral en el adolescente”, que da lugar a un libro, y que constituyó su premiada tesis doctoral.
Las dificultades escolares
La conferencia se enfocará en el tema de las dificultades escolares, y en ese sentido la distracción sería uno de sus aspectos. Por esta razón, empiezo centrando el tema y dando unadefinición de dificultades escolares según este punto de vista: los niños con dificultades o trastornos de aprendizaje son aquellos que manifiestan una discrepancia significativa en términos educativos entre su potencial intelectual estimado y su nivel real de logro en relación con los procesos de aprendizaje. Es decir, en principio son niños supuestamente con un buen potencial intelectual que sin embargo no rinden en la medida esperada o deseada. Por esta razón debo precisar que la noción de dificultades de aprendizaje va a estar centrada en este aspecto pedagógico y en este componente académico más que en cuestiones puramente médicas o más técnicas. Es decir, que no vamos a tratar exclusivamente la hiperactividad, que es uno de los cuadros quizá más generales cuando se habla de distracción, sino que vamos a ver el tema enmarcado en las dificultades de aprendizaje en general. Esta es una idea que quiero dejar clara desde el comienzo, porque en principio cualquier niño puede ser susceptible de padecer dificultades de aprendizaje por diferentes causas.
Pero en principio partimos de la base de que son aquellos niños que tienen un potencial intelectual normal y no tienen ningún déficit neurológico ni intelectual. Esta es la razón por la cual podemos situar la definición en torno a dos cuestiones principales: tenemos que considerar para la definición de niños con dificultades de aprendizaje:
Un componente académico determinado por el factor de desfase; este es el término fundamental al hablar de dificultades escolares.
El manifestar el componente de exclusión, es decir, excluimos una serie de circunstancias que pueden contribuir a una falta o una bajada en el rendimiento escolar, pero que en sí mismo no son suficientes para situar a estos niños con dificultades específicas.
Si tenemos en cuenta el componente académico de desfase, vemos que el niño no consigue estar a la altura de su edad y niveles de habilidad en una o varias de las siguientes áreas cuando se le proporcionan experiencias de aprendizaje adecuadas a su edad y expectativas de habilidad. Es decir, un niño que accede al aprendizaje de la lectura sin haber tenido un pre-aprendizaje es un niño que en principio tiene un riesgo, porque está en inferioridad de condiciones con respecto a otros que realmente han desarrollado un programa previo, un pre-aprendizaje. En expresión oral, comprensión auditiva, expresión escrita, habilidad de lectura básica, comprensión lectora, cálculo matemático o razonamiento matemático.
Por otro lado, el equipo que va a valorar este caso de este niño, muestra un grado de desfase entre los logros y la habilidad intelectual en algunas de las áreas enumeradas. Insisto en que este desfase es un concepto que manifiestan los padres cuando dicen “es muy listo, es un niño muy listo, pero realmente no rinde, tiene muy malas notas, tiene dificultades en el colegio” y siempre subrayan que es un niño muy listo, lo cual normalmente es cierto.
En segundo lugar, si tenemos en cuenta el componente de exclusión, tenemos que realmente descartar los cuatro aspectos que aquí se muestran, es decir no hay una incapacidad visual, auditiva o motora, es decir, no hay ningún déficil sensorial que justifique esa falta de habilidad para el rendimiento escolar. Tampoco hablamos de retraso mental, la deficiencia mental en sí misma sería ya una razón por la cual el niño tiene problemas o dificultades en el rendimiento. No hablamos de trastornos emocionales, porque éstos en sí mismos también justifican sobradamente un escaso rendimiento, ni tampoco de una desventaja ambiental, cultural o económica, como es el caso de, por ejemplo, muchos niños de inmigrantes.
Entonces, si excluimos todos estos supuestos, realmente nos quedamos con la definición de los niños con dificultades específicas de aprendizaje. Son aquellos que carecen de esas limitaciones, y que sin embargo no rinden en la medida deseada, con la calidad esperada según su capacidad intelectual.
Características de los niños con dificultades de aprendizaje
Son características que comparten en general los niños que tienen problemas de atención, porque estos repercuten directamente en las dificultades de aprendizaje. Los niños con dificultades de aprendizaje muestran las siguientes características de una forma más o menos generalizada (no todas se dan en todos los niños):
Problemas de lenguaje hablado y escrito: Casi todos presentan una demora en el desarrollo del lenguaje hablado. Normalmente suelen tener un vocabulario limitado, inmaduro, tienen falta de fluidez verbal, cometen con mucha frecuencia errores gramaticales no adecuados a su edad cronológica.
Dificultades para relacionar ideas dentro de una secuencia lógica.
Vacilación.
Dificultades de comprensión de vocabulario: Esto está muy presente en todos estos niños y lógicamente cuando hablemos de prevención, es uno de los aspectos que tenemos que tener más en cuenta, el trabajar, el estimular muchísimo todas las cuestiones relacionadas con el incremento del lenguaje oral, el desarrollo del vocabulario, el enriquecimiento, la fluidez, porque es uno de los aspectos más negativos que luego inciden en el desarrollo de las dificultades escolares.
Orientación espacial deficiente: Son niños que se orientan muy mal en el espacio, que se pierden con facilidad, y que generalmente les cuesta adaptarse a nuevos ambientes. Esa dificultad para orientarse en el espacio luego crea problemas a la hora de deletrear una serie de signos, para componer palabras, como por ejemplo el decir “saca” en lugar de “casa”, o el escribirlo. Es decir, tienen alteraciones espaciales que se pueden observar no solo en la lectura y escritura, sino en el espacio, que manejan, que es su propia realidad.
Problema del tiempo: Estos niños manejan unos conceptos de tiempo inadecuados. Los padres comentan que tardan horas en comer, en realizar una tarea, que son muy pesados en general para vestirse. Es decir, tienen una falta de control del tiempo que incide de forma muy negativa en todo el tema del rendimiento escolar. Pero esa falta de control del tiempo se extiende un poco a su vida personal: son niños que planifican muy mal las tareas, y cuando tienen que realizar alguna actividad pedagógica en un tiempo limitado, en ocasiones están la mitad del tiempo rotulando el título, y cuando tienen que realizar el problema se ha terminado ya el tiempo. Por lo tanto este es un aspecto muy negativo que se da. En general, los padres comentan que son muy poco responsables en relación con el tiempo.
Dificultad para juzgar relaciones: Quizá debido a esta dificultad con el vocabulario, con los conceptos, estos niños pueden tener dificultad con los significados, sobre todo si de lo que se trata es de manejar opuestos, es decir, si tienen que decir contrarios de cosas: grande-pequeño, cerca-lejos, dentro-fuera. Normalmente tienen dificultades en este sentido de relacionar conceptos. Tiene que ver con la inteligencia conceptual.
Confusión para relacionar direcciones: El tema de la dislexia estaba de moda hace unos años. Una de las características típicas del niño disléxico era la confusión de la derecha y la izquierda, arriba-abajo, etc. Estos niños con dificultades de aprendizaje presentan también esta confusión y les cuesta muchísimo establecer una direccionalidad correcta. Esto a veces lo encontramos incluso en la escritura, ya que los niños presentan con relativa frecuencia la escritura en espejo, es decir que en ocasiones empiezan a escribir de derecha a izquierda en lugar de al revés, o invierten algunas de las letras: es muy frecuente que confundan la “p” con la “q” o la “e” con la “a”, o la “n” con la “u” porque hacen una inversión. Esto es importante porque se manifiesta especialmente en el lenguaje escrito.
Coordinación motora general deficiente: Son niños en general y en términos familiares algo “patosos”, que se caen con mucha frecuencia, que tienen escasa habilidad para correr, para saltar, para practicar cualquier tipo de actividad física, sobre todo lo que nos marca la pauta es la torpeza general que manifiestan, no todos, pero una gran mayoría de estos niños.
Destreza manual deficiente: Se traduce en la incapacidad para realizar tareas que requieran cierta precisión manual, y un detalle que sucede a menudo, es que continuamente se les caen los lápices, los sacapuntas, los puzzles, las piezas. Es como si respondiera a una falta de habilidad manual que luego tiene otra repercusión en los trabajos manuales pero que a nivel digamos más próximo se detecta en esa continua caída del lápiz, del bolígrafo, del papel, etc.
Falta de percepción social: Se traduce en unas escasas habilidades sociales, es decir estos niños traducen muy mal, interpretan muy mal los sentimientos de los demás y no saben muy bien qué hacer para ser aceptados en el grupo. Un poco esa “patosería” que decíamos que puede presentar desde el punto de vista motor podríamos señalarla desde el punto de vista social. Es decir, son niños torpes a esos niveles; no saben cómo buscar el prestigio en el grupo, y suelen hacerse los graciosos, suelen hacer un comentario inadecuado con la mejor voluntad, y tienen en general falta de habilidades sociales. Hay que tener en cuenta además que en la primera etapa de escolaridad propiamente dicha, es decir, entre los 6 y los 11 años, hay un aspecto que digamos valoran los niños, que es el rendimiento académico, es decir, el más listo de la clase. Ahora ya no se nota tanto, debido al cambio en los sistemas pedagógicos, pero siempre valoran al que más sabe o al que mejores notas tiene. Como ellos se sienten con una autoestima muy negativa, intentan por todos los medios conseguir una cierta estima por parte de los demás y no lo logran, no saben qué hacer para conseguirla.
La distracción: Es el síntoma más evidente, el que pone en alerta a los profesionales de la enseñanza, porque, aunque luego hablaremos de la detección, en principio son los maestros, los profesionales, los profesores, los que detectan a estos niños. Los padres a lo mejor no se han percatado de que esa distracción es un problema, porque en las tareas que realiza en casa no se percibe, si está viendo la televisión o está realizando un juego no se tiene en cuenta realmente si existe una dificultad real. La distracción es una de las razones por las que un niño es detectado como problemático para rendir en el colegio.
Hiperactividad: No me centraré en este tema, porque hay mucha bibliografía sobre esto, y cuando se sospecha que un niño es hiperactivo, hay muchos medios para evaluarlo. Lo que sí hay que señalar es que el hecho de que un niño sea inquieto y distraído no quiere decir necesariamente que sea un niño hiperactivo. Ahora se utiliza la etiqueta “hiperactivo” con mucha gratuidad, es un poco el papel que antes tenía la dislexia, lo ocupa ahora la hiperactividad, y se denomina hiperactivo a cualquier niño inquieto o distraído, y que molesta en clase. Pero es verdad que estos niños tienden a un descontrol motor, a una cierta inestabilidad emocional, que hace que se manifiesten con una cierta inquietud en clase y en casa. Pero para ser hiperactivo, el niño tiene que estar en constante movimiento incluso fuera de las actividades escolares.
Incapacidad para seguir instrucciones: Cuando se le da una orden al niño, si ésta es muy sencilla, normalmente puede seguirla, pero cuando es compleja y tiene dos o tres secuencias, el niño se pierde. Esto tiene mucho que ver con dificultades de atención y de memoria, que están ambas muy presentes en estos niños. Las instrucciones que se le dan para realizar una tarea concreta, no las suele tener en cuenta porque las lee pero se le olvidan. Se distrae a la hora de leerlas, no las retiene y normalmente se equivoca, o no tiene en cuenta todos esos pasos. Cuando las instrucciones son verbales, también ocurre lo mismo, porque tiene muy buena voluntad, pero a mitad de camino se le ha olvidado lo que le habían encargado. Por lo tanto, esto tiene que ver mucho con memoria y con distracción.
Incapacidad para seguir discusiones en clase: Esto tendríamos que relacionarlo con la incapacidad para entender un conjunto de ideas globalmente, quizá por problemas de lenguaje, de falta de atención, y también porque a veces les cuesta trabajo sumergirse, participar de esa dinámica de la clase que requiere unos ciertos hábitos sociales. Son niños que participan mal, o lo hacen a destiempo, o dicen cosas a veces poco afortunadas, cuando se trata de un tema y salen con una cuestión que no tiene nada que ver. Este tipo de circunstancias se repiten en estos niños.
Dificultades perceptivas: Alcanzan un poco al ámbito de lo visual, de lo auditivo, de manera que el niño no entiende muy bien lo que se le dice porque confunde fonemas, al confundirlos distorsiona palabras. En lo visual también lo vemos en la confusión de letras, de direcciones, con lo cual estos problemas perceptivos siempre se deducen cuando no existen problemas sensoriales, es decir, el niño percibe mal las letras, pero no quiere decir que tenga dificultades de visión, quiere decir que sus esquemas perceptivos están alterados, pero ve muy bien.
Dificultades de memoria: Abarcan a la memoria auditiva y visual. Por la misma razón, estos niños tienen dificultades para memorizar secuencias de letras o de números, y las órdenes que se les dan.
Todas estas circunstancias dificultan enormemente la tarea del aprendizaje. Si un niño en condiciones normales no está muy predispuesto a aprender porque los que nos dedicamos más o menos a la enseñanza vemos que realmente hay que motivar mucho a los alumnos para que deseen aprender algo; pues si un niño se encuentra con todas estas limitaciones lógicamente su posibilidad de aprender es mucho más limitada. Le va a costar muchísimo más aprender en una situación didáctica normal.
Modelos de explicación de la falta de rendimiento escolar
(3.3) Cuadro de Nieto: Este cuadro es muy significativo a la hora de entender los procesos de aprendizaje y de ver por qué un niño no aprende adecuadamente y de lo complejo que resulta aprender, no nos damos cuenta hasta que no nos encontramos con estos niños con dificultades de aprendizaje.
Este cuadro resume cómo funciona desde el estímulo ambiental que produce la sensación, que va a dar lugar a una percepción, que a su vez facilita el conocimiento, y éste da acceso al pensamiento. Y el pensamiento pone en juego unas praxias que facilitan la motricidad, y ésta se traduce en movimiento, conducta y aprendizaje. Si tenemos en cuenta que este circuito tiene que funcionar de forma muy coordinada, es fácil comprender que cualquier alteración en alguno de los momentos de todo este circuito del aprendizaje puede generar dificultades, y en concreto las más frecuentes son las relacionadas con la percepción. Lo que ocurre es que tampoco la percepción se puede valorar cuantitativamente y casi procedemos por exclusión. Los padres dicen “es que percibe mal”, pero ¿qué quiere decir eso? si ve bien, ¿por qué no puede entender bien el significado de una cuestión? Porque la percepción es un proceso psicológico muy complejo y que se da a niveles no manifiestos. Entonces habría otras muchas teorías explicativas, que no dará tiempo a tratar todas, pero prefiero hacer hincapié en el tema de la distracción, que era una de las características que apuntábamos como frecuentes en estos niños.
La atención
La atención es un proceso psíquico mediante el cual el hombre elige entre los estímulos a los que se ve expuesto. Desde un punto de vista selectivo, esto es importante, porque cuando atendemos a algo quiere decir que damos prioridad a unos estímulos obre otros. Tenemos que desatender a numerosos estímulos para atender a una explicación o una conversación. Cualquier situación estamos sometidos a miles de estímulos ambientales: la comodidad o incomodidad de una butaca, el tipo de luz, la temperatura, el hambre o el aburrimiento que sintamos, el sueño, el cansancio, es decir, miles de estímulos que nos rodean, nos acosan, y si decidimos atender a la explicación tenemos que prescindir de todos los demás. Esto es importante, porque esta función selectiva está poco presente en los niños con dificultades escolares centradas un poco en la distracción.
En principio, estos niños no eligen la situación pedagógica, sino que se dispersan, y entonces no saben hacer esa función selectiva para poder atender a una explicación. La selección y el control de todas estas ideas y pensamientos nos va a derivar hacia otro aspecto de la atención que es la concentración. Esta sería eso pero de forma más intensa, exige un nivel de activación psíquica bastante importante, y está vinculada a la atención. Si no atendemos, no nos podemos concentrar. En ese sentido, tendríamos que hablar de la relación entre atención y concentración, y deberíamos situarlo en función de la intensidad. La concentración sería una atención mucho más intensa, y con un fin determinado, que es solucionar una tarea, centrar una habilidad, relacionar o determinar algún aspecto concreto. Aquí nos encontramos ya con un problema un tanto sociológico, y es que para atender el niño tiene que hacer un esfuerzo de voluntad.
Yo observo que nuestros niños (los adultos también) hoy en día no entienden para qué sirve ni qué es eso del esfuerzo y de la voluntad, ni comprenden por qué lo tienen que hacer. La razón de esto es que la vida se ha facilitado muchísimo, y si tenemos en cuenta que ya hasta para ver la televisión no nos tenemos ni que levantar, porque le damos a un mando a distancia, y para abrir el garaje no tenemos que salir del coche, porque hay un botón que nos lo abre, y para leer no tenemos que leer porque vemos la película en video. Esto último es lo que dicen los niños, cuando se les pregunta “¿por qué no lees?” contestan “porque no, prefiero ver un video”. Entonces resulta que el tema de la voluntad en nuestros niños está realmente “en pañales” dicho de una forma confidencial.
Hay un problema, y es que hay que educar la voluntad para poder atender. Es un problema que no sé si se está trabajando suficientemente, pero que yo capto en los niños de la consulta. Y claro, todo lo que requiere un esfuerzo de voluntad, salvo que tenga una motivación lúdica, como puede ser un deporte, no están muy dispuestos a hacerlo. Es decir, los niños están dispuestos a recibir pasivamente unos aprendizajes, pero a esforzarse por aprender, es mucho pedir. A esto se añade que normalmente se anuncian cursos “aprender sin esfuerzo”, “qué fácil es aprender”, y esto a mí personalmente me indigna un poco porque siempre pienso que para aprender hay que hacer un esfuerzo. Se trata de que el esfuerzo no sea muy fuerte, pero siempre hay que tener una disponibilidad hacia el aprendizaje, si no realmente éste no viene a nosotros. Puede venir a través de imágenes visuales, como pueden ser programas de televisión, pero no toda la enseñanza puede centrarse en eso.
Entonces la falta de atención podríamos centrarla en esa selección inadecuada entre estímulos y comportamientos. Esto lo digo porque un niño con dificultades de atención, un niño que es etiquetado, diagnosticado previamente con dificultades de atención, no siempre responde al esquema de que “no tiene capacidad para atender”. El problema es que él atiende a otros estímulos que no están relacionados con la situación didáctica. Pero no es que tenga dificultades de atención, es que hay que adaptar esa facultad o posibilidad de atender a la situación didáctica. Para algunos profesores, cualquier niño que se distrae es supuestamente un niño con dificultades de atención. Pero lo que hay que valorar es si no atiende a nada, o no atiende a la situación didáctica, porque en las causas veremos que hay razones por las que un niño puede no atender a esa explicación, pero atiende, está horas jugando con el ordenador, o haciendo puzzles, o dibujos. Entonces no es un niño con dificultades de atención.
Si observamos los rendimientos de los niños distraídos, también veremos que hay dos tipologías. Tenemos por un lado a los niños impulsivos, y por otro lado a los niños muy lentos. Y en ambos casos observamos distracción.
Los niños impulsivos se caracterizan porque emiten respuestas de manera poco reflexiva, poco clarificada, y tienen un enorme riesgo de equivocarse en sus respuestas. Pero también decimos que la atención exige un cierto ritmo, y la impulsividad va en contra de la atención. También los niños lentos tienen dificultades a la hora de responder, porque cuando quieren dar una respuesta se dispersan, se distraen, y al final no encuentran la respuesta adecuada. Entonces la impulsividad designa una parte del comportamiento distraído pero la lentitud también forma parte de ese mismo comportamiento. Entonces habría que buscar un equilibrio en el tiempo de respuesta de estos niños, tanto de los impulsivos como de los lentos. Estos niños, en ambos casos, tienen dificultades centradas en la distracción.
Causas de la distracción
Me centraré en algunas, que tienen más interés desde el punto de vista psicológico. Entre las posibles causas de la distracción encontramos:
Causas somáticas: Hay circunstancias relacionadas con patologías, con enfermedades, con disfunciones, que no entran en el control del niño. Entre ellas podemos hablar de la disfunción cerebral, que es una leve desviación funcional del sistema nervioso central que genera unas dificultades escolares precisamente porque provoca trastornos en la percepción, en la memoria y en la atención. Esta disfunción cerebral es difícil de detectar porque en principio lo que se aprecia es un niño con dificultad para el estudio, pero hay que hacer una valoración psicológica y normalmente neurológica para determinar que el niño tiene una pequeña disfunción. No obstante, la disfunción cerebral es algo difícil de delimitar, porque cuantitativamente no se puede determinar, porque se procede un poco por eliminación. Entonces cuando no hay lesión y no hay deficiencia sensorial normalmente deducimos que hay una pequeña disfunción cerebral.
También entre estas causas somáticas tenemos que hablar de enfermedades agudas como encefalopatías o algún tipo de alteración que tenga repercusiones psíquicas que por supuesto generan una lentificación en este proceso de aprendizaje y que están un poco fuera de nuestro control porque entrarían en el campo más médico.
Entre las causas somáticas encontramos también los fenómenos del desarrollo. Los niños en la pre-pubertad y en la adolescencia tienen unas dificultades de atención más intensas, porque tienen otros centros de interés que no son los puramente escolares. Pueden presentar conflictos emocionales, evolutivos muy importantes, que agravan el problema de la distracción de forma bastante alarmante. Lo que ocurre es que al ser una evolución normal, una pauta normal de desarrollo, se tiene en cuenta y los que trabajan con niños a estas edades cuentan con ello, y tienen que buscar otras vías de motivación más intensas para que los estudiantes aprendan.
Cabe citar además entre las causas somáticas la constitución general. Hay niños que de alguna manera son más reflexivos, más tranquilos, tienen más facilidad para concentrarse, y hay otros que son mucho más dispersos, más inquietos, y que son mucho más susceptibles de problemas, de trastornos en la atención.
Estas causas somáticas se nos escapan, porque entran más en lo orgánico, en lo médico, en lo fisiológico.
Causas situacionales: Estas interesan más desde nuestro punto de vista. Debido a ciertas situaciones conflictivas, el niño se ve con problemas de atención, porque hay determinados aspectos fuera de él mismo que interfieren en su capacidad de concentración. Aquí entrarían todas esas situaciones conflictivas relacionadas con el ámbito familiar: nacimiento de un hermano, traslado de domicilio, cambio de colegio, fallecimiento de algún familiar, por supuesto situaciones de conflicto de pareja como pueden ser separaciones, divorcios, etc. Son aspectos situacionales que generan, casi predisponen, a las dificultades de atención, y que hay que tener en cuenta cuando detectamos a un niño en clase que está muy distraído. El aspecto familiar es algo que debemos valorar enseguida para ver si está ahí el problema o de alguna manera hay alguna circunstancia que el niño está viviendo mal, porque a lo mejor tampoco responde a una situación conflictiva real, sino que el niño está viviendo o percibiendo algún tipo de inquietud que genera en él un conflicto emocional.
También dentro de estas causas situacionales habría que hablar de situaciones de escape, que están muy ligadas a lo anterior. Estos conflictos manifiestos provocan en el niño una necesidad de evadirse porque el niño (el adulto a veces también, pero el niño con más frecuencia) carece de recursos para enfrentarse a situaciones conflictivas, y entonces opta por evadirse de una realidad, por escaparse, y esto lo pueden observar en estos niños que están en clase continuamente en estado de ensoñación. Es decir, que miran por la ventana, se tocan el pelo, están completamente ausentes. Normalmente están desarrollando una situación de escape ante la imposibilidad de enfrentarse a alguna situación problemática, es decir, el niño normalmente carece de recursos por sí mismo y tiene que buscar ayuda.
Ausencia de motivación hacia el aprendizaje: Hay una teoría motivacional, que es la Teoría de Maslow, (ver cuadro de Maslow, pirámide) que él define en función de una pirámide, y que yo veo que en nuestros niños realmente también se puede aplicar. El problema es que los niños, según Maslow, tienen que cubrir una serie de necesidades que abarcan desde las necesidades puramente fisiológicas (que se encontrarían en la base de la pirámide) hasta las necesidades más supremas (que serían ya las de autorrealización). En la base de la pirámide tenemos esasnecesidades fisiológicas como son: el hambre, la sed, el sueño, el frío. Supuestamente en una sociedad como la nuestra podemos pensar que estas necesidades están cubiertas en todos nuestros niños, es decir, no hay niños que pasen hambre o frío. Aunque esto tampoco es así, porque hay niños muy desatendidos que acuden al colegio mal alimentados, que no desayunan y que comen mal. Entonces, si hay un problema fisiológico, difícilmente se van a activar los circuitos neuronales que permiten la comprensión, el aprendizaje, la concentración, la atención. En la base de esas necesidades estarían las necesidades fisiológicas, que damos por resueltas en nuestros niños, aunque no siempre sea así.
En el siguiente escalón de la pirámide tenemos las necesidades de seguridad. Sentirse seguro y fuera de peligro tiene muchísimo que ver con la afectividad. Vivimos en una sociedad en la que los padres trabajamos, estamos fuera, y no siempre cubrimos esas necesidades afectivas que los niños demandan. Damos por supuesto que el niño se siente querido, pero esto no es así, hay que decírselo y demostrárselo, y la demostración de nuestro afecto no hay que traducirla en cuestiones materiales. El hecho de comprarle muchas cosas no quiere decir que el niño se sienta querido, hay que atenderle, prestarle atención, dedicarle cada día unos minutos para que nos cuente lo que ocurre en el colegio, cómo ha vivido el día, la semana, qué expectativas tiene, y esto no siempre lo hacemos, con lo cual esas necesidades de seguridad (sin entrar en conflictos familiares, divorcios, etc) son importantes. El niño que no se siente seguro desde el punto de vista afectivo no desea aprender, porque su prioridad es la seguridad afectiva, y esto a veces lo descuidamos.
El tercer escalón estaría compuesto por las necesidades de pertenecia y amor, es decir, esa seguridad familiar le lleva a la necesidad de pertenecer a un grupo de clase, un grupo social, de barrio, de amigos, que le impulsa también a sentirse cómodo, a estar a gusto en el colegio, a ir contento a la escuela, y a sentirse que forma parte de un colectivo, de un grupo, que tiene mucho que ver con sus inquietudes, con sus necesidades y con sus intereses, con sus centros de interés.
Si seguimos ascendiendo en la pirámide nos encontramos con la necesidad de estima, que se traduce en el logro, en el ser competente, valorado, por los logros que puede conseguir un niño. Si nos fijamos en estos niños, casi siempre nos dirijimos a ellos para censurarlos, reñirlos, siempre tenemos la costumbre de llamar la atención a un niño cuando está distraído, con lo cual eso actúa como un refuerzo, porque garantiza la atención del maestro. Es decir, si el niño quiere reclamar la atención del maestro se pone a mirar por la ventana y sabe que éste le va a llamar la atención. En cambio, cuando atiende no nos dirijimos a él para decirle “qué bien has atendido hoy, dime qué has aprendido, cómo te has sentido”. Esa necesidad de recompensa, de gratificación, de decir “qué bien has trabajado hoy, qué bien te has portado”, es muy conveniente para que una persona se encuentre satisfecha. A todos nos encanta que nos alaben y que nos digan que hacemos algunas cosas bien, si es que las hacemos, y si no también se agradece el que nos transmitan algún sentimiento positivo, aunque no sea totalmente sincero.
En el último peldaño o escalón de la pirámide estarían ya las necesidades de autorrealización, es decir que las necesidades que nos llevan a realizarnos como personas. Si todo lo demás está cubierto, accedemos a ese nivel superior de motivación casi por lógica. Pero cuántos niños tienen carencias en todas esas etapas anteriores. Yo pienso que muchísimos. Sobre todo en lo relativo al afecto, las necesidades materiales prácticamente hoy día están cubiertas. Pero no es eso, no hay que olvidar que el niño necesita sobre todo afecto más que cosas materiales.
Qué podemos hacer para solucionar los problemas de la distracción
En principio quizá nuestro mayor problema es adaptarnos como padres a esta situación de niño con problemas. Es decir, en principio ningún padre está preparado para tener un hijo con problemas, y a partir de ahí hay que establecer una actitud, una disponibilidad para resolver esta situación. Nos encontramos entonces con:
Adaptación al problema, a la situación: En ella podemos distinguir 5 momentos:
Percibir el problema: esto es dificilísimo, y es muy problemático en sí mismo, porque la amplia gama de características que definen a estos niños hacen que los padres no se den cuenta o perciban mal el que sus hijos tengan un problema. Por otro lado, el diagnóstico es muy difícil de establecer en estos niños y a veces no es muy fiable. Hay ciertas señales de alarma, ciertas pautas de inquietud, que se traducen en una cierta preocupación, en el mejor de los casos por parte de los padres. Entonces perciben que el niño está muy inquieto, que cuando le hablan no escucha, que no se entera bien cuando le dan una orden, y esto es importante, que los padres se pongan en la órbita de que el niño puede tener algún problema. Pero, en principio, insisto en que casi ningún padre está preparado para ello.
Reconocer el problema: Normalmente pueden llegar a reconocer que existe un problema, pero la dificultad reside en que las esperanzas acerca del éxito de que el niño se recupere pueden interceptar de alguna manera todo este proceso. La presión social causa un gran desasosiego en los padres, el hecho de que los vecinos piensen que su hijo es torpe, o que los amigos de los padres vean que su hijo no rinde adecuadamente les lleva a reacciones normales que llevan al conflicto entre los cónyuges, entre los esposos, de manera que no lo viven igual, a veces la madre es más realista y el padre se resiste a aceptarlo, otras veces ocurre al contrario, y entonces entre ellos se crea un conflicto, el padre dice que la madre es una exagerada, y ésta le dice al padre que no atiende al niño. En ese conflicto puede estar a veces una vía para a solución, pero en otras ocasiones el problema se queda ahí. Puede haber también una cierta desconfianza ante el profesional que ha detectado el problema, el trastorno, y entonces se preguntan por la fiabilidad del diagnóstico y piensan “ese profesor tiene manía a mi niño, estoy seguro de que no es así, seguro, si es un niño muy listo, no creo que tenga ese problema”. Entonces empiezan a ir de un especialista a otro con la esperanza de que el diagnóstico no coincida, y van a un psicólogo, después a otro, luego consultan al médico, etc. Se da con frecuencia la utilización de mecanismos de defensa por parte de los padres que llevan normalmente a una negación del problema, de modo que si niego el problema es obviamente lo más fácil que puedo hacer porque así no me enfrento a él. En ocasiones, esos mecanismos de defensa tienen mucho que ver con la sobreprotección, y entonces deciden que “pobre niño”, le impiden realizar actividades que le vendrían muy bien como asistir a campamentos, o tener un trato con otros niños, por pura sobreprotección, porque no le ocurra nada, porque a lo mejor el niño es más frágil de lo que creemos.
Búsqueda de una causa: Se busca una explicación, “mi hijo es así porque ha nacido así, porque Dios le ha hecho así”. Se buscan razones muy “sui-generis” para liberarse de esa “culpa”. Aunque nunca se puede culpar a los padres de nada, porque ningún padre quiere hacer mal alguno con sus hijos, lo que ocurre es que hay una situación desfavorable que está ahí y que de alguna manera hay que afrontar. Entonces como la etiología en estos niños puede ser muy diversa, genera un sentimiento de frustración. Lo que peor entienden es cuando se les dice que es un problema perceptivo, y se preguntan por qué, y piden que se les demuestre. Pero hay que decirles que con un escáner no se ve, se puede percibir alguna disfunción, pero realmente el problema perceptivo es muy difícil de explicar. Cuando se les dice “es un niño muy inteligente pero no aprende” entonces contestan “pero si es muy inteligente, ¿por qué no aprende?” y hay que decirles “mire, es que hay otras razones”. Es decir, que aceptan muy mal el diagnóstico, y enseguida intentan la búsqueda de una curación. Entonces los profesores pueden proporcionar a los padres el conocimiento de algunos medios que puedan ayudar a sus niños, y aquí quizá los profesores tienen un papel fundamental, tanto en la detección como en el asesoramiento a los padres. En realidad, los profesores son los responsables casi de que se detecte un niño con problemas de aprendizaje. Los padres no están preparados ni perciben ese tipo de patologías.
Aceptación incondicional del niño: Al final del proceso, los padres se plantean la aceptación “yo quiero a mi hijo a pesar de”. Sería un respeto afectuoso al niño tal como es, es decir “yo soñaba que mi hijo iba a ser el primero de la clase y me encuentro con un niño que tiene problemas, pero yo le quiero igual”. Entonces esa aceptación incondicional es algo que los padres tienen que tener en cuenta para tener presentes sus debilidades, pero que estas no afecten a su relación afectiva.
Por parte de los profesores, es importantísima su labor en todos los problemas de aprendizaje. La labor quizá más importante del profesor es la detección del problema. A partir de ahí, el profesor debe asesorar a los padres, sobre todo en cuanto a la necesidad de una evaluación. A veces puede indicarles algún tipo de centro, de gabinete, de profesional, que pueda realizar esa evaluación, y sobre todo estar muy pendientes de la progresión de la disfunción de aprendizaje, y ver si han contactado con alguien, llevar un poco esa relación entre los padres y el gabinete, en definitiva, preocuparse de la evolución del niño.
Desde el punto de vista estrictamente pedagógico, tendrían que reducir un poco todos los estímulos irrelevantes, porque estos niños tienen una dispersión tal, que se centran fundamentalmente en los estímulos irrelevantes de la tarea, y cuando tienen que resolverla, ya se les ha pasado el tiempo. Entonces, proporcionarles un sistema de aprendizaje basado en una selección de estímulos que les facilite aprender.
Por otro lado, los profesores también deben ser muy cautos en cuanto a la cantidad de exigencia que se puede tener con estos niños, y considerar que esa cantidad va a ir progresivamente aumentando. Los materiales didácticos tienen que ser muy significativos, pero esto realmente hoy en día está muy logrado, es decir, los materiales son casi demasiado atractivos, los niños ya se dispersan con tanto colorido y tanta imagen, y casi se puede decir que llegan a ser excesivamente atractivos.
Sobre todo, hay una cosa que me preocupa especialmente, y es que el niño tiene que participaren esos procesos de aprendizaje. Es decir, que este tiene que ser significativo para el niño. Si carece de significado personal, automáticamente el niño desatiende esas tareas, y entonces el problema es casi sociológico, porque hace años aprender, tener cultura y saber ocupaba una motivación, y era una necesidad sumamente valorada, pero hoy en día realmente el tema de la cultura no está tan potenciado. Interesa más tener cosas materiales y dinero que saber. Ahí hay un problema sociológico muy difícil de resolver, porque si se le dice al niño “si ahora estudias, de mayor puedes ser médico”, y ve que los médicos están en paro, contestará “para qué voy a ser médico si no voy a tener trabajo” o “para qué voy a estudiar una carrera si luego los que ganan dinero son los futbolistas”. Pero esto sería entrar en una cuestión sociológica que excedería el tema y tal vez mi preparación.
Preguntas más frecuentes
Cuando el psicólogo está tratando el niño, para que sea útil el tratamiento de verdad ¿no debe estar continuamente en contacto con el centro escolar?
Cuando el niño acude al psicólogo, este, en las cuestiones escolares, tiene que estar muy en contacto con el centro, con los profesores. Entonces, tiene que haber un seguimiento. A mí esta pregunta me interesa porque muchos padres dicen ” es que ya fue al psicólogo de pequeño, pero no sirvió de nada”. Hay que preguntarse por qué no sirvió de nada. Cuando un niño tiene problemas y a veces me cuestiono si conviene o no que venga a terapia, dado que la madre y el padre trabajan, y tienen dificultades para ir. El hecho de tener que venir, a la madre o al padre les obliga a desatender alguna obligación para centrarse en el niño. Solo el hecho de tener que llevar al niño esa tarde a la consulta es terapéutico, porque el niño disfruta de la presencia de su madre o padre. El trabajo del psicólogo, si no se realiza en contacto con el centro, realmente puede ser poco válido; primero habría que hacer un diagnóstico del niño para ver realmente qué le pasa, y después revisar cómo ha sido llevado ese tratamiento. Pero los que trabajamos con niños tenemos que trabajar con colegios, necesariamente. Yo me entrevisto periódicamente con el profesor del niño y con el tutor, para ver si lo que hago es válido o no. Otra cosa es que yo veo al niño en consulta 2 ó 3 veces por semana, y en ese momento es maravilloso porque está solo conmigo, pero yo no lo veo en el recreo, en el aula. Por tanto, habría que hacer luego una revaloración de ese niño, para ver en qué medida ha sido válido el tratamiento.
Si se ve que no se avanza, que el chico va de mal en peor, que retrocede, y que desprecia el papel del psicólogo que le está tratando, algo habrá que no funciona, ¿no es asi?
Hay que hablar con el psicólogo, si está ya en tratamiento, y si a pesar de todo no sirve de nada, entonces habrá que cambiar de psicólogo, igual que sucede con los médicos.
Y si esto sucede, ¿quién puede aconsejar bien, dónde está el centro donde uno puede dirigirse?
Eso sería muy personal, si quiere luego lo hablamos. Creo que no debo hacer propaganda de centros. Pero si quiere luego lo hablamos personalmente. Con los médicos también ocurre, que se cambia uno cuando el tratamiento no funciona. Los psicólogos tenemos muy mala prensa, y también entre los médicos hay algunos estupendos que no dan con lo que uno tiene. Esto también puede ocurrir entre los psicólogos, porque uno no conecte muy bien con el niño, o que no da con el diagnóstico. Hay miles de psicólogos a los que uno puede recurrir, no sé si afortunada o desgraciadamente, pero es así.
Yo quería ampliar el tema este, porque hay niños que sufren el hecho de que, aunque parezca mentira, en su familia ha aparecido otro hijo y todos se vuelcan en este nuevo niño, y el otro queda de alguna manera “desprestigiado”. Ellos, no sé por qué, no quieren reconocerlo, porque se ve bastante palpable, y eso crea todos estos problemas.
Efectivamente, eso se ve en la pirámide que hemos mencionado, de la necesidad de sentirse seguros, queridos. Pero con respecto los padres no se puede hablar jamás de “culpa”, aunque es cierto que a veces desatendemos a unos por atender más a otros. A veces no es así, sino que el niño vive así la situación, y entonces hay que valorar hasta qué punto es real o no, pero en cualquier caso la sensación es esa.
También es falta de sinceridad en problemas de matrimonio, que se quieren ocultar, y entonces no se puede curar al niño, porque los padres están ocultando algo que se percibe y que ellos no quieren reconocer. Eso yo lo he notado emocionalmente. También hay casos de familias que están organizadas con demasiada alteración de horarios, y los niños son muy sensibles a estas cosas. Hoy día, aunque hemos progresado en otras cosas, yo creo que se lleva un tren de vida al que al niño le cuesta amoldarse.
Eso es cierto, es un tema importantísimo que no me ha dado tiempo a tratar. Hoy día tenemos la “obligación” los padres de apuntar a los niños a tenis, a natación, a fútbol, a informática, a violín y a piano. Entonces llega un momento en que esa dispersión puede ser bastante nefasta, sobre todo para niños que tienen dificultades de atención. A la edad de entre los 7 y los 11 años hay una proliferación de intereses absoluta, y al niño le gusta todo, pero claro eso va en contra también de su capacidad de concentración. Es mejor que haga una cosa bien que no siete mal. Pero nos sentimos de alguna manera obligados los padres a apuntarles a todo, esto es sociológico también.
Por último querría decir que bajo mi punto de vista, no valoramos en nuestras vidas normales tanto como padres o como profesores, los valores humanos de la persona, más que las cualidades sociales que se han implantado. Ese fallo que tenemos hace que repercuta más ahora en el proceso de aprendizaje, que no valoramos cualidades sino resultados.
Eso es muy importante. En el tema de la distracción, hay un componente afectivo importantísimo, que no hay que perder de vista.
En cuanto a la voluntad, que se ha hablado mucho, ¿qué se puede hacer para conseguir que el niño tenga buena voluntad y que se centre un poco más en los estudios si se le ve muy disperso?
Yo respecto a la voluntad a veces sugiero la posibilidad de realizar algún tipo de actividad musical, de estudiar un instrumento, de estudiar incluso si el niño no tiene ninguna habilidad para la música, centrarse en un deporte, porque en cualquier caso el deporte también implica un esfuerzo de la voluntad, pero seriamente. No que haga siete deportes, sino que si le gusta el tenis, que acuda dos o tres veces por semana a clases porque de alguna manera también educa la voluntad, es una manera un poco indirecta. A nivel más familiar, o digamos del día a día, el planificar muy bien las tareas y el valorar mucho los logros, es decir, “mira, esto te ha costado esfuerzo, pero el resultado es buenísimo, has conseguido esto”. El ir estableciendo unas pautas muy concretas y el resaltar mucho los logros. Y desde luego una cosa, que a lo mejor no tiene mucho que ver: yo intento que se sienten para ver la televisión, y no que se tumben, porque ya entra ahí también la voluntad de estar sentado. Es un esfuerzo que los niños nuestros hoy día tampoco tienen, tienden a estar siempre en relax, que forma parte de esta educación que les damos tan cómoda y tan de mandos a distancia. Es algo irrelevante, pero el educar la voluntad hasta en eso puede ir ayudando un poco a crear unos esquemas en los cuales vea que hay que esforzarse para cualquier cosa.
En cuanto a lo que has dicho también de que el niño tiene que ir acompañado del padre o la madre a la terapia, se siente mejor…
Eso ya es en sí mismo terapéutico, aunque el psicólogo no lo haga muy bien, solo el hecho de que acuda con su padre o con su madre supone que se ocupan de él esa tarde, y se siente gratificadísimo. No me ha dado tiempo de citar casos, pero concretamente he tenido ese. Aunque no le haga mucho bien al niño, solo el hecho de que su madre deje esa tarde el trabajo ya es válido, es terapéutico, en sí mismo.
¿Cómo se debe actuar cuando llega el problema del segundo hijo, que ni es el primero ni es el último, y esto se manifiesta cuando empieza a ir a la universidad y ve que no llega o quiere ser tan perfecto para de esa forma sobresalir de los demás que no lo consigue? Entonces va intentando carrera tras carrera y al final acaba en una especie de estado vegetativo, que no quiere hacer nada, que no tiene estímulos por nada.
El otro día la doctora Del Barrio habló precisamente del problema del hijo segundo, que familiarmente se conoce como “hijo sandwich”, el del medio. Este problema se agudiza también por el tema de la selectividad y las notas, es decir, muy pocos alumnos pueden hacer lo que quieren realmente, y muy pocos estudiantes tienen vocación, ese es otro problema. Hay un porcentaje pequeñísimo de gente con una vocación real. En todo caso, si el chico está muy perdido habría que hacer también una valoración de sus capacidades para ver si realmente ha entrado en la carrera que le corresponde, si tiene una capacidad real para las matemáticas y está haciendo Exactas, o es más bien una inteligencia verbal lo que tiene en mayor medida. Hay que valorar sus motivaciones, su proyección de futuro. Habría que hacerle a lo mejor un estudio, cuando no está muy claro hacia dónde debe ir o ha dado un bandazo, hacerle una valoración para ver cuáles son sus capacidades reales, y en función de eso establecer una planificación, porque lo que sí es verdad es que ahora hay muchísimas carreras que se pueden hacer y con niveles de exigencia no muy elevados. Ahora hay un campo de elección amplísimo, y a lo mejor él no sabe lo que le gusta realmente, y a lo mejor ha iniciado cosas o por imitación o por sugerencias, pero realmente él no sabe para qué está capacitado realmente.
por: Por Margarita Revenga
Profesora de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid
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